19 de noviembre de 2015

Canelo-Cotto: la pelea

El Canelo Álvarez es hoy el mayor vendedor del mundo del boxeo y Miguel Ángel Cotto el ídolo sumo del deporte de Puerto Rico. Van a enfrentarse el sábado en una pelea apoteósica.

Pocas veces tantos agregados periféricos convergen a magnificar la atención que despierta el combate. Ninguno de los dos puede perder, los dos están obligados a ganar. Cotto es el único cuatro veces campeón en la isla y es seguro Salón de la Fama cuando se cumplan los plazos necesarios tras el retiro. Perder contra el Canelo no sería la muerte, pero casi. En el acendrado orgullo del boricua y en la dignidad de los isleños la variable derrota no juega en esta partida.

Canelo quiere la inmortalidad. Su apetito hoy es de prestigio. Ha trabajado diez años y 47 peleas para conseguirlo. Fracasó una vez, contra Floyd Mayweather, y sabe que no puede fracasar dos veces, porque sería el acabose. Una victoria lo redime, una derrota lo desaparece del pedestal sobre el que está parado. Ganar es todo, es lo único, es indispensable.

El Canelo llega el sábado al gran boxeo pateando puertas, con audiencias inmensas, con públicos heterogéneos, cada vez con mayor aceptación, y seguramente pulidos algunos de sus inveterados defectos. Crecer como boxeador le ha costado, y está lejos de ser un portento del ring, pero en velocidad, combinaciones de golpes y puntería dejó ciertos rezagos atrás. Cotto se aferra para no irse del boxeo, quiere prolongar la vigencia de su talento, niega que haya llegado para él el declive. 25 años contra 35 años, ahí está el meollo del asunto. Podría ser un buen momento para el recambio. Recuerden que siempre hay recambio, si no no habría nuevos nombres ni los viejos pasarían. Lo que no sabemos es si este Cotto en retirada por los años claudicará en esta pelea, o en la que sigue, o en la que sigue.

Hay muchos que saben mucho que dicen que gana Cotto, y hay muchos que saben mucho que afirman que gana el Canelo, este último favorito en las apuestas.

Es el nuevo gran encuentro de México y Puerto Rico en el ring. La historia registra 101 pleitos titulares. Puerto Rico ganó 53, México 45. Del Canelo puede decirse que no ha enfrentado a puertorriqueño alguno en una superpelea. Sí una victoria contra José Cotto allá lejos, y otra contra Kermit Cintrón. Cintrón nació en Carolina pero vive en Houston. La isla la conoce por fotografías.

¿Que Cotto sea puertorriqueño tiene más peso que si fuera filipino, o canadiense, o japonés? Sí, señores, sin duda. Todo cuenta en una pelea grande de boxeo, y las cosas mínimas cuentan más que todos los días. La nacionalidad, el duelo de banderas, la presencia de los aficionados, los antecedentes históricos, la buena y la mala vibra de una pelea, lo que se mastica y no se dice, lo que se sufre disimulando, lo que se disimula sufriendo, rebulle en el aire.

Los detalles son los detalles. No sé por qué a los boxeadores les importan poco, y a sus manejadores. Idiotas. Hay tanta ignorancia... Si usted me dice que no importan el lugar de la pelea, el tamaño del ring, el acolchado del piso, los guantes, la hora de la pelea, la temperatura, el réferi, los jueces, el público, yo le diré que usted está loco. Perdóneme, pero es lo de todos los días. Una pelea te la gana un buen rincón, o te la pierde un mal juez. Y así, un acolchado muy muelle te frena a un Mayweather y un piso duro te acelera y le da firmeza para pegar al fulano que es lento.

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Hablemos primero de Cotto, que nomás por aclarar no es el mejor boxeador que ha dado Puerto Rico, ni está siquiera entre los mejores cinco, pero que ha probado ser un hombre de acero y un valiente digno de cruzadas santas, que se desnuda en cada entrega, que más que matar muere cuando sube al ring. Era 2012 cuando en la pelea con Austin Trout hizo pensar a muchos que estaba terminado para esta actividad. Su edad y una producción deficiente parecían revelar el final del camino, pero llegó Freddie Roach.

Miguel Cotto podría ser la revolución más importante, o visible, o notoria, lograda por Freddie Roach en todos sus años de entrenador. Para valorar lo bien que lo presentó contra Daniel Geale en Nueva York el 6 de junio de este año --digamos que fue un Cotto de lo mejor-- hay que pensar que aquel Cotto de 2012 contra Trout había sido el peor Cotto de mucho tiempo. En el medio de estas dos peleas extremas tenemos dos peleas que no podemos tomar en cuenta. El Cotto que peleó contra Delvin Rodríguez y el que le ganó a Sergio Martínez no nos dicen nada. Cotto fue poderoso y su gancho de izquierda trabajó a impactar como en sus mejores noches, pero no había oposición.

Hemos visto demasiados Cottos diferentes a lo largo de los años. El Cotto que perdió con Margarito cambió todo y fue otro Cotto en la segunda pelea, que ganó.

¿Sabemos qué Cotto vamos a ver este sábado? ¿Un Cotto deslumbrante? Es difícil. ¿Un Cotto digno, cumplidor, suficiente? Es posible. ¿Un Cotto fracasando? Sólo si pierde por nocaut. Y perder la decisión quizá sería peor. Si el Canelo le gana a Cotto por decisión es que del combatiente de la isla ya no queda nada.

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El Canelo es más grande y más fuerte. Cotto es un hombre que inició su carrera como peso superligero. Que esté en peso medio es algo jocoso. Por eso está bien que la pelea sea en 155, peso medio, inobjetable, y un registro correcto para los dos. Sin embargo los factores a considerar, más que el peso, son las edades de los dos y la posibilidad para el mexicano de en algún lado encontrar al enemigo y hacer valer su pegada.

Yo creo que eso es todo. Porque van a tener que pelear, no lo van a evitar. También dije esto cuando Mayweather y Pacquiao, y los canallas no pelearon, pero Cotto no es Mayweather. Cotto pelea, se faja, se raja la madre. Va a boxear un poco al principio para no regalarse al Canelo, pero no lo va a ver usted corriendo para huir de la pelea.

Son dos que se paran a pelear en la media distancia. El Canelo en largo no existe y en corto se enreda consigo mismo. Cotto, si tiene piernas, podrá salir de la media y alargar los espacios para ponerse lejos de la derecha del rojo. Cotto en corta distancia aparece muy raras veces y lo hace defendiéndose, no atacando.

El Canelo es un valiente, asunto que puntualizo porque hay que considerarlo. Lo entiendo así aunque él no haya vivido todavía una gran guerra a matar o morir, esa que Cotto tuvo contra Margarito, por ejemplo. Lo dejo escrito porque no hay inmortales sin guerras en el ring, como no hay generales que pasen a la historia sin haber estado en el campo de batalla. Una victoria para el Canelo sería monumental, con guerra o sin guerra. Si la gran lucha no se presenta, sin embargo, ese frenesí de palo y palo del que uno o los dos emerjan con el rostro mirando al cielo, la tarea para el mexicano podría quedar para otro día. Hasta que el Canelo no conozca la agonía y la resurrección en el ring, no será un inmortal, con independencia de los resultados.

Los elegidos son prodigios de voluntad, y ninguno puede prescindir de demostrarlo.

¿Qué podemos esperar?

Creo que una gran pelea, ojalá que de aristas épicas. Al principio habrá boxeo pulcro y precauciones rigurosas. Cotto es candidato a ganar los primeros rounds, pero la pelea tiene que estallar. El de Puerto Rico hará bien si boxea y se protege para estar a salvo, como en la segunda contra Margarito, sin embargo va a caer en la trampa y en algún momento va a caminar hacia la derecha del Canelo.

El mexicano alcanzará a Cotto alrededor de la mitad de la pelea. Le va a pegar. Cuando fue contra Mayweather sabíamos que a Floyd no le iba a poder pegar. Ahora es diferente, tiene que encontrar al rival y conectarlo. Ahí aparecerán su fuerza y juventud a buscar sumar. Poco probable que le alcance para una decisión, de manera que sólo quedará multiplicar envíos procurando definir.

Si el Canelo pierde el boxeo mexicano entrará en un túnel obscuro, por un tiempo impredecible. Ya no tenemos boxeadores capaces de encabezar peleas de este tamaño planetario, y que tengan el poder del encanto y la seducción para ponerle al acontecimiento esta sensación de cosa grande, para la historia.

Mientras esperamos, pensemos que el boxeo lo hace otra vez. La pelea es grandilocuente. Seguirán algunos diciendo que esto es violencia. ¡En qué momento lo dicen! Cuando la violencia del boxeo es un juego inofensivo en este mundo atroz habitado por lunáticos y criminales. En Las Vegas los actores del sábado no reconocen otro límite que el cielo. Están viviendo días conspicuos y esto siempre es la gloria. Sólo el boxeo puede obrar el milagro, para darle la razón a Georges Carpentier, que estando en pleno apogeo, cuando en una entrevista uno de los más connotados representantes de la brigada antiboxeo quiso ponerlo contra las cuerdas, contestó: "lo único que no quiero es volver a las minas, donde uno envejece diez años en diez semanas, cuando no muere trágicamente".

El boxeo les da más de lo que les quita. Y a nosotros, los observadores, nos da pasión y no nos quita nada.

El sábado es gran noche de boxeo con Cotto y Canelo, y no hay indiferentes.