7 de noviembre de 2015

Carlos Monzón, a 45 años del título

Hace 45 años el mejor de los boxeadores argentinos se convertía en campeón del mundo. Carlos Monzón hacía añicos los pronósticos noqueando en Roma al ídolo local Nino Benvenuti. Iniciaba el camino a la leyenda.

Para mí Monzón es el cuarto mediano de la historia, detrás de Harry Greb, Ray Robinson y Mickey Walker. Para el historiador mexicano Víctor Cota es el séptimo, siguiendo a Robinson, Leonard, Greb, Walker, Ketchel y Cerdán.

Para el profesor Marty Mulcahey Carlos Monzón es el mejor peso mediano que se haya visto jamás, "con la derecha más inteligente de la historia del pugilismo". Ángelo Dundee me decía con frecuencia que su debilidad por Monzón la explicaba porque Monzón era un peleador completo, que tenía todo y todo lo hacía bien. Sin embargo Ángelo, el gran gurú del boxeo en los últimos mil años, decía "pero el mejor peso medio de todos los tiempos fue Charley Burley".

En cuanto a Burley, estoy de acuerdo con que fue algo especial (vean el lugar que ocupa en mi libro de historia del boxeo), pero sólo los que nos hemos metido hasta el fondo en los intersticios de la historia sabemos quién fue. Si cualquiera lo menciona en una mesa de amigos se le van a reír. El aficionado común piensa 'a ese wey no lo conozco pero Hagler era mejor'. Aquí lo insólito es que lo dijo Dundee, y por eso se los doy a conocer.

Con Bert Sugar Randolph nunca me puse de acuerdo del todo sobre los méritos de Monzón, aunque para mí Bert es el dios de los historiadores de boxeo.

Como pueden ver en materia de opiniones hay muchas, demasiadas.

En cualquier caso Carlos Monzón está contenido en el puñado de los mejores peleadores de latinoamérica: Roberto Durán, Julio César Chávez, Alexis Argüello, Rubén Olivares, Wilfredo Gómez y Pascual Pérez lo acompañan. Hay otros inmortales, pero de este nivel de elegidos del cielo, sólo los mencionados.

Monzón fue mi amigo y ahora, en este aniversario, no se me ocurre nada novedoso para decir sobre él. Todo parece dicho. Diré que nunca conocí a un deportista con tanta aversión a la derrota. No hubo otro capaz de sobreponerse así a la adversidad. Capaz de resistir tanto para no perder, a nada, que hoy me pregunto cómo es que no volvió de la muerte.