17 de septiembre de 2018

La polémica sobre Canelo vs GGG 2

La realidad es independiente de la actitud con que se la mire.

La pelea fue una, las opiniones son millones.

La pelea fue esa que vimos, no es más ni es menos pelea ni se modifica con las voces de los miles de opinadores de ocasión.

Si usted cree que ganó Canelo, la pelea es la que fue, y si cree que ganó Golovkin, está bien, pero no se modifica lo actuado.

Esta polémica infinita, hija de las redes sociales, que creció como una pandemia, que puso en el éter el grito agónico de aprobación o de rechazo de tantos aficionados sin rostro, es buena para el boxeo, porque enciende las pasiones y hace protagonistas a los más alejados del ring.

Yo soy de un tiempo cuando tras las grandes peleas podíamos conocer sólo unas cuantas opiniones. Unas cuantas es diez, veinte, por los diarios o por la radio.

En esta vertiginosa discusión hemos leído una catarata incontenible de tonterías sobre el combate de Las Vegas:

- Que los rounds muy parejos hay que dárselos al campeón.

- Que el retador tiene que hacer más para ganar.

- Que los jabs no cuentan en el boxeo profesional.

- Que uno u otro tenía el rostro más lastimado y eso prueba que perdió.

- Que al negocio del boxeo le convenía que ganara Canelo.

- Que Chávez dijo que ganó Canelo y entonces ganó Canelo porque nadie puede saber más que Chávez.

- Que Canelo dominó la pelea.

- Que Golovkin se vio disminuido y viejo.

* * * * *

Pongamos algunas cosas en su lugar:

- Al campeón se lo destrona ganándole por un punto.

- Si los jabs no contaran en el boxeo profesional Larry Holmes no existiría en la historia del ring, él que es el quinto mejor pesado de la historia y que durante doce años fue imbatido e imbatible.

- Un rostro más lastimado que el otro rostro es una consideración muy menor a la hora de evaluar lo sucedido. Si uno de rostro lastimado fuera necesariamente perdedor Daniel Zaragoza o el Travieso Arce no hubieran ganado nunca una pelea.

- Canelo no tuvo el control del combate ni siquiera en los rounds que ganó. La pelea se desarrolló en zona geográfica propiedad de GGG.

- Golovkin mantuvo un despliegue físico admirable, superior al de la pelea anterior entrambos y superior al que exhibió contra Daniel Jacobs.

- Si Chávez dijo que ganó Canelo, Manny Pacquiao y Terence Crawford dijeron que ganó Golovkin.

- Al negocio del boxeo le convenía que ganara Golovkin. Una derrota a Golovkin lo podía/puede dejar fuera del boxeo, una derrota de Canelo garantizaba aún más una tercera ruidosa pelea.

* * * *

La pelea del sábado fue un intercambio caótico y atroz de violencia en el que chocaron dos estilos diferentes, que sedujeron uno a unos y el otro a otros.

Para los canelistas los golpes de jab de Golovkin contaron poco, o nada, porque son golpes de señoritas, y para los simpatizantes del que perdió el dominio científico de éste sobre el mexicano fue apabullante.

¿Cómo se resuelve el dilema?

Vuelvo sobre algunas cosas que digo con frecuencia:

1- En boxeo la palabra más importante es CRITERIO.

2- No nos casemos con un concepto sin serle alguna vez infiel, cuando valga la pena: un jab vale menos que un recto a la mandíbula, sí, pero en este caso el tsunami que Golovkin le creó a Álvarez con el jab incesante fue de tal calidad que es difícil recordar otros ejemplos de un uso tan eficiente, casi devastador “del golpe de señoritas”.

3- En boxeo no hay goles, ni hay puntos, ni hay una pelotita, ni corremos contra un reloj, por lo que el resultado de la pelea es el que cada cual ve, y hay un resultado oficial que muchas veces es razonable y otras veces es miserable.

Algunas peculiaridades de este combate revelan que el réferi no intervino en las acciones, los dos fueron tan limpios que podrían haber estado solos en el cuadrado.

Canelo tuvo un desempeño valiente hasta el límite de lo posible, porque con una propuesta inimaginable antes de la pelea, se rajó el alma para gustar.

Ninguno de los rincones se creía ganador seguro poco antes del final a juzgar por los diálogos que escuchábamos en los descansos.

Los combatientes se abrazaron con sinceridad cuando oyeron la última campanada, lo que el boxeo les agradece. Las fricciones previas fueron dramáticas y a veces divertidas, el abrazo final curó heridas encarnadas.

* * * * *

Mi percepción es que ganó Gennady Golovkin, en un diseño de ajedrez de una pelea en la que su inteligencia, recursos técnicos y capacidad para ejercer y soportar castigo fueron superiores a lo que ofreció Canelo. La quintaesencia de una estrategia bien lograda. No fueron jabs solamente, aunque con esa mano izquierda sublime le hubiera bastado para justificar el triunfo.
Golovkin sacudió la testa de Álvarez tantas veces como fue sacudido, si le reclamamos golpe de poder. Su respuesta a los impactos recibidos fue a golpe por golpe cuando los intercambios parecieron de nocaut.

Anoté 116 112 a favor de GGG.

Pero todos tienen su opinión, y nadie la va a cambiar.

Es la historia del boxeo.

Cada cual ve lo que quiere, o lo que puede.

13 de agosto de 2018

Jackie Nava no se rinde

Hay muchos méritos en lo que peleó Jackie Nava en la Arena de la Ciudad de México.

Por segunda vez le ganó a la venezolana Alys Sánchez.

Si usted da un salto de un metro a los 18 años, a quién le importa, pero si salta lo mismo a los 90 años se convierte en la hazaña de un coloso.

Exagero las comparaciones porque aunque la psicología dice que la exageración es una distorsión que dificulta el entendimiento, a mí me parece que cuando algo no se entiende, si uno lo agranda, de inmediato se ve claro lo que resultaba recóndito.

Ahora vean por qué lo digo.

Lo que importa es que Jackie tiene 38 años, y no conozco un deportista que en la franja de los treinta, más temprano o más tarde, no comience a degradarse.

Tan importante me parece tener en cuenta la edad del que compite, que con el récord de peleas siempre menciono cuántos años acarrea.

Viene a cuento que polemicé durante varios años este asunto con Marco Antonio Barrera, mi amigo, campeón inmortal y compañero de transmisiones en Televisión Azteca, porque en una ocasión él me enmendó “la edad no importa, cualquier edad es igual, lo que importa es el talento.” Como lo repitió en otras transmisiones, un día le propuse, al aire, que lo aclaráramos. Le dije “Marco, no puede ser que me lo rebatas, ningún peleador es el mismo a los 22 que a los 36”, y Marco, que es un caballero, aceptó mi aserto y explicó que él sólo quería enfatizar sobre las buenas habilidades incorporadas al inventario de cualquier grande del ring.

Jackie Nava, entonces, con 38 en la piel y 18 meses de inactividad, subió ayer al ring de la majestuosa Arena de la Ciudad de México para continuar la aventura que ha sido su vida de deportista.

Las dificultades que sufrió en los primeros rounds no son tan malas noticias como puede arrojar un enunciado simple de lo sucedido. No, porque las superó. Sobrenadó aguas amenazantes. Nunca es malo y a veces es grandioso sobreponerse a la adversidad.

Tres rounds de pesadilla nos hicieron pensar que la pelea sería la mortaja que pondría fin a sus sueños.

Lo creyó también la visitante, Alys Sánchez, que conforme pasaban los minutos encontraba más y más asequible pensar en la victoria. Jackie sin buena coordinación de movimientos, titubeante y prudente como una monja. Sor Jackie se condenaba al infortunio porque cuando las cosas no funcionan el reloj camina más aprisa.

Cuando no haces lo que debes hacer los problemas te buscan a ti.

Pero el cuarto round llegó oportuno como llega de oportuna la primavera tras un invierno de fríos congelantes.

No fue un milagro. Sólo se animó Jackie a hacer lo que antes no se había atrevido. La indecisión se hizo coraje un poco en los puños y más en las piernas. Dijo “¡Adelante!” con el ánimo de un cruzado y fue por lo que buscaba.

Cuarto, quinto, sexto. Usó más la determinación que el talento para nivelar la pelea, y pudo porque los valientes siempre pueden. Lo dice la ley del ring.

Eran dos pero no eran de la misma clase. La avispa y la abeja liban las mismas flores pero no obtienen la misma miel.

La pelea terminó accidentada cuando Alys Sánchez acusó extraños y repentinos dolores que no le permitieron salir al octavo.

El séptimo round estimo que lo perdió Nava. Una pena la claudicación de la venezolana porque hubiera brillado más la victoria a la que la tijuanense se encaminaba.

La conclusión es que esos rounds finales probaron que Nava aún tiene con qué pelear. La capacidad anida en su cerebro y en sus músculos. Si no la tuviera no la habría revelado.

Quizá queda un solo proyecto grande para ella. La Barbie Juárez. Por espectáculo, por bolsas, por lo enorme que sería esa pelea para México.

Ahí están las dos. Puestas y dispuestas.

Ahora es cosa de los promotores y de las dos televisoras grandes.

Que se haga. No sea nadie culpable, otra vez, de dejar en el limbo una gran pelea siempre esperada y nunca realizada.

11 de agosto de 2018

Canelo, operación 15 de septiembre

Tiene 28 años de edad y quince años en el ring. Muchos de esos años vividos en la histérica controversia que su nombre provoca, en el transitar la vida a centímetros del precipicio. Siempre en guardia. Siempre observado y juzgado con rigor. Nunca del todo sobreseído.

El Canelo Álvarez es un boxeador, y es también una tempestad.

No hay en el boxeo mexicano memoria de alguien tan controvertido.

Chávez, Olivares, Arizmendi, Sánchez, Barrera, Román, Saldivar, Montiel, Morales. Todos son amados por el gran público. Aun Miguel Canto y Ricardo López, dueños de ese otro boxeo estético y refinado, menos frecuente aquí.

Canelo vuelve al ring el 15 de septiembre en Las Vegas. Es desempate con Gennady Golovkin pero Canelo no viene de la pelea anterior, viene del infierno del clembuterol y del draconiano escrutinio de la opinión pública que nunca le ha dado paz.

El porqué de la ardua relación de Álvarez con la gente es un misterio mayor que el destino de Amelia Earhart.

Canelo es parco, serio, seco, económico en sus expresiones. No se parece en nada a un publirrelacionista. Es imposible adivinar si esto que comento, o cualquier otra cosa, lo preocupa o le importa un cuerno.

He visto a Canelo en los Estados Unidos salir de una conferencia de prensa y no poder caminar por muchos minutos, seguido y ahogado y aclamado por mareas humanas, mientras en las arenas y en las redes sociales recibe embestidas de críticas sin misericordia.

En la pelea de septiembre del año pasado le pregunté por qué tanto odio contra Álvarez a un mexicano que desde las gradas le gritaba anatemas como si hubiera matado a su madre, y me respondió: “- ¡Porque es mamón!

A esa gente que lo debate no le gustaba que Saúl había peleado siempre con tipos físicamente más chicos, y repetía que “cuando pelee con Golovkin ya van a ver lo que le va a suceder”.

Pues no le sucedió nada cuando finalmente peleó con Triple G. Si hubiera enfrentado a un niño no le habrían hecho menos daño. Golovkin había noqueado a 31 en 37 peleas y no le hizo nada. Ya no podemos reclamar que no se las haya visto con uno de su tamaño. Contendió al mejor del mercado, y no perdió.

No sólo no perdió. Para mí ganó la pelea. Hace un año que lo explico y hace un año que recibo imprecaciones variopintas por lo que defiendo.

Blasfemias que son de la mitad que no lo vio como yo lo vi. Ayer le respondí a un lector furioso que si él vio ganar a Golovkin está bien, pero que si cree que todos vieron ganar a Golovkin, está mal.

* * * * *

Todas las peleas cerradas dividen opiniones. Todas. Incluso entre los expertos. Tráiganme diez muy conocedores que defiendan el triunfo de GGG y les traeré otros diez igualmente entendidos que vieron ganar a Álvarez.

Han pasado los años y el mundo sigue discutiendo quién ganó entre Leonard y Hagler o entre Emile Griffith y Luis Manuel Rodríguez.

Si el Canelo ya peleó con Golovkin hace un año, ¿qué no les gusta ahora? ¿Qué es de tono rojizo y los mexicanos no somos rojos?

La segunda pelea puede ser parecida a la primera. Yo sacaría a Saúl de ese permanecer tanto en las cuerdas porque nadie entendió por qué lo hizo.

Hay momentos en las peleas en que un boxeador siente que tiene un buen control de lo que está ejecutando. Canelo puso espalda a las sogas demasiadas veces para hacerse el macho. “Me pega y no me hace nada” era el mensaje. Canelo subió la guardia para protegerse la cabeza que es lo más vulnerable y se dejó atacar. Al estar quieto ni siquiera había un riesgo cercano de cometer un error como el de Pacquiao contra Márquez y que se colara una mano noqueadora de parte de Golovkin.

Pero la gente no lo entiende, y los jueces lo entienden mucho menos porque los jueces del boxeo no entienden de boxeo.

Canelo ganó los tres primeros rounds y los dos últimos rounds con cierta claridad (los tres jueces le dieron al rojo los últimos tres rounds). Entre el cuarto y el décimo están los millones de desencuentros en las opiniones. Para mí ganó también los rounds 6 y 7 y eso explica mi tarjeta.

Todo esto que comento no garantiza una victoria de Saúl en la segunda edición del duelo. Dije de aquella pelea lo que ahora debo decir de ésta: será ‘la’ pelea para Canelo (más que para Golovkin), es esa pelea esencial que decidirá su destino y su historia. Si gana continúa su derrotero a una edad en la que tiene espacio para construir. Si pierde, depende de cómo pierda, será ripioso para él remontar los amores de la gente y convivir con las secuelas del affaire clembuterol.

* * * * * *

¿Puede perder Canelo?

Los dos pueden ganar y los dos pueden perder.

Canelo debería hacer un esfuerzo algo mayor.

Con lo de la primera pelea alcanza para la esperanza pero no abastece certezas de triunfo. Un mexicano nunca es local en Las Vegas (para los tipos que anotan en las tan temidas tarjetas). La pelea tendrá rounds cerrados y repetirá las complejidades matemáticas conocidas.

Gennady Golovkin es un raro boxeador que pelea sólo con una mano, la izquierda. Su brazo derecho está amarrado al cuerpo y el observador imagina que algo le impide pistonear. Peleó con una mano al Canelo y así es como pelea siempre. Sólo ejecuta con la derecha cuando ve una oportunidad de convertirla en letal. Una mano derecha que amenaza siempre y cumple de vez en cuando, pero que cuando cumple causa estragos.

Es pelea para reconstruir presentes y futuros. La suspensión de Canelo desordenó su vida y sus planes, y le impidió ganar muchos millones de dólares. Perjudicó más, sin embargo, a Gennady Golovkin, porque Canelo tiene tiempo que él no tiene. Su futuro se acota a una angustiante próxima caducidad.

Golovkin perdió con la suspensión de mayo la bolsa más grande de su vida, y el insuceso lo llevó a una pelea con Vanes Martirosyan con la que cosechó más críticas que aplausos, por la vaguedad del rival.

La confirmación de la pelea, hace algunas semanas, arrancó las apuestas con GGG marcadamente favorito, lo que atribuyo al daño que hizo al mexicano el escándalo del clembuterol.
No olvido que en las apuestas los que saben apuestan primero, pero se cuentan por millones quienes sospechan que Saúl “con clembuterol rindió en la primera pelea (asumen que lo estaba consumiendo para tomar ventaja) lo que sin clembuterol no podrá rendir en la segunda.

Gennady Golovkin es un buen peleador, pero no es Hagler, ni es los diez campeones mejores que Hagler que ha tenido la división de los pesos medio. Su oposición ha sido humilde. Creo que perdió con Jacobs. Él también tiene que reconstruir su presente para caminar a lo que le queda de futuro.

“A los 36 los boxeadores debemos retirarnos”, dijo Muhammad Ali, y GGG tiene 36.

Seguiremos conversando.

23 de julio de 2018

Sobre Jaime Munguía

Un niño peleando contra un hombre.

Así vi a Jaime Munguía en el ring del Hard Rock de Las Vegas donde el sábado le ganó al inglés Liam Smith en una pelea eruptiva y anárquica. El triunfo fue legítimo pero la actuación del joven campeón confundió a todos.

La promoción y los comentadores habíamos prometido sólidos resultados de la evolución en el ring del peleador de Tijuana, y lo que hizo en combate no pasa la prueba de la lupa.

¿Nos equivocamos en el pronóstico tan optimista?

No lo creo.

Munguía se sobrepuso a la adversidad después de perder los tres primeros rounds, y ganó con lo mejor que tiene: una voluntad indomable y el espíritu de un triunfador. Su mejor arma es la actitud.

Me hace acordar a esos valientes de raza, como Margarito, como Monzón, como LaMotta, tipos que con la mirada te decían: “Deja que primero me muero peleando y después vemos.”

Munguía no había peleado en primera división, ni en segunda, cuando le llegó la oportunidad titular contra Sadam Ali, en mayo, y ganó porque lo de Ali fue torpe y mediocre, y ejecutarlo sin piedad no representó mayor complicación para el bisoño aspirante hambriento de gloria. Después, brincó a lo que vimos el sábado en Las Vegas.

Es decir que Munguía se salteó la etapa de aprendizaje que correspondía a su edad y a su derrotero.

Jaime es todavía un muchacho, un jovencito. En el boxeo la historia recoge el nombre de dos que fueron campeones mundiales antes de cumplir los 18 años, Abe Atell y Wilfredo Benítez, pero esto es excepcional y lo cito sólo porque es pertinente. 21 años, que son los de Munguía, son muy pocos años para haber madurado cuanto es menester.

Sin embargo, no hay nada que lamentar.

Munguía va a ser un buen campeón si hace lo que mandan los preceptos de un deportista triunfador. Aceptó con humildad que tiene que mejorar, y que va a trabajar para lograrlo. Lo que sigue es que sepa qué se debe hacer, y no estoy seguro de que lo sepa.

Hay detallitos y detalles groseros que enmendar.

Munguía perdió los tres primeros rounds de la pelea, que eran los menos perdibles si él llegaba con una estrategia definida, es decir sabiendo exactamente a qué iba al arranque del combate. En cambio se paró en el centro del ring y comenzó a saltar y saltar de un modo bobo y pueril que resultaba desesperante. Todo movimiento innecesario en el ring consume energías y pone en riesgo.

En cuanto a su brazo izquierdo, tiene atrofiado el golpe de jab, que lanza mal y que mucho necesita para aprovechar sus brazos largos, para ponerle el ritmo a su trabajo y para mantener a su enemigo atrás de un imaginario valladar.

Incomprensible también que su equipo tenga contratado a Roberto Alcázar y no haya sido el de la voz en la esquina. Dirigió el padre de Munguía, a quien no juzgo ni conozco en esas tareas, pero no tiene las credenciales de Roberto. Mister Alcázar es Pep Guardiola, no se lo puede tener y no usar.

A este combatiente bravo y pendenciero, capaz de enfrentar buenos desafíos, hay que ponerle ahora un boxeador que no ande a la buena de Dios sobre el ring cuando sube a pelear.

En el circo romano Jaime Munguía hubiera sido un campeón, ahí donde sólo se necesitaban arrojo y testículos, pero en el boxeo moderno hay que agredir y defenderse con eficacia, para prosperar.

Otra vez, no creo que hayamos equivocado el pronóstico. Munguía va a crecer. Lo avala su carácter desafiante y eso es con lo que se va a la guerra.

De Alejandro Magno: “No temo enfrentarme a un ejército de leones comandados por una oveja; temo enfrentarme a un ejército de ovejas liderado por un león.”

15 de julio de 2018

Manny Pacquiao: una gran noche a pesar de Matthysse

Nadie esperaba más de este Manny Pacquiao de 39 años.

Algunos esperábamos menos. No hay muchas hazañas deportivas por hombres de 39.

A los 39 Muhammad Ali perdió con Trevor Berbick y se retiró dando pena. A los 39 Durán perdió con el modesto Pat Lawlor. A los 39 Larry Holmes, otrora invencible, fue avergonzado por Mike Tyson.

Pacquiao fue ahora una buena recreación del de antes, algo más lento. No sabemos mucho sobre el estado de sus piernas, sobre sus reflejos y sobre cambios de ritmo porque no fue exigido. La pelea fue una escenificación fallida de una obra de dos actores porque uno faltó a trabajar.

Antes de la pelea, en la transmisión de televisión, dije “Matthysse es un gran boxeador que ganó todas sus peleas excepto las importantes, en esas se quedó en el umbral sin atreverse a dar el último paso.” Nikefobia se llama el miedo a triunfar.

Pero lo de anoche… ojalá lo de anoche hubiera sido eso. No hay memoria en el boxeo argentino de una vergüenza semejante. Matthysse rehusó pelear. Fue fraudulento. Me acuerdo de cómo se batían Galíndez, Monzón, Maidana, Vásquez, Lausse, Coggi, Bonavena y me dan ganas de llorar.

A ningún deportista se le exige que dé lo que no tiene, pero a todos se les demanda sin concesiones que se entreguen generosamente al límite de lo posible.

También Jack Dempsey era mucho más que Firpo, pero Firpo se rifó y peleó y sacó al gigante del ring antes de ser masacrado en Polo Grounds en 1923.

Firpo perdió con dignidad.

Algunos están pensando lo de Lucas Matthysse de una pobreza deportiva monumental; yo creo que es aun peor, de pobreza intelectual.

He aquí un sujeto –Lucas- que no entiende el peso histórico y universal de un acontecimiento deportivo de alcance planetario, no entiende tampoco que durante 47 minutos pactados de pelea –por lo menos- él es Argentina en el corazón de millones que sufriendo con la pelea se hacen su propia piel en combate.

Tiene Lucas atrofiada la sagrada virtud de la vergüenza y es cínico al declarar que hizo una buena pelea, para terminar escupiendo un exabrupto intolerable digno del infierno, no del lugar donde él estaba: “La c…. de tu madre.”

Peor, imposible. ¿Cómo entender a un combatiente que está en una lucha en la que no muestra ni el menor deseo de ganar? Eligió rendirse sin luchar y exhibió su impudicia como un trofeo. Hay cosas grandes y cosas chicas en este mundo. Lo de Matthysse fue microscópico.

Manny Pacquiao fue despojado hace un año del triunfo que merecía vs Jeff Horn, y ahora reivindica su vigencia con esta pelea absurda en la que se dio el lujo de revivir sus movimientos de noches inolvidables. Ese que vimos es Manny, no puede ser otro, él no se parece a nadie.

Pacquiao contesta a regañadientes cuando se le pregunta por su retiro. Dijo después de la pelea que piensa en Horn, en Crawford, en Lomachenko.

Hay Matthysses, pero hay Pacquiaos.

Qué parias, qué pobres, qué desamparados nos vamos a sentir cuando el legendario León de Manila ya no esté en el boxeo. Afortunados somos, el proveedor mayor de las glorias del boxeo de estos días, aún no se va.

21 de junio de 2018

"En el boxeo el alma humana se manifiesta de modo exuberante".

La relación entre el boxeo y la literatura es amplia, y añeja. Editorial Almadía, en mancuerna con Producciones El Salario del Miedo y Proceso, presenta la colección A puño limpio, una antología de narrativa boxística que será publicada en doce volúmenes, que aparecerán de manera periódica y estarán disponibles en puestos de periódicos.

Las entregas incluyen firmas que van desde clásicos como Homero, Arthur Conan Doyle, Jack London o Norman Mailer, hasta autores contemporáneos como Alberto Salcedo Ramos, Ricardo Garibay, José Ramón Garmabella, Joyce Carol Oates, James Ellroy, Eduardo Lamazón y Julio Cortázar.

En entrevista, el historiador y cronista, Eduardo Lamazón señala que, como ningún otro deporte, el pugilismo es una metáfora de la vida.

¿Por qué hacer una colección sobre boxeo y literatura?
Surgió por iniciativa de la editorial. Me invitaron a escribir el prólogo del primer tomo, así como dos textos más que aparecerán en entregas posteriores. Hace cincuenta años compré mi primer libro de boxeo, tengo 62 años, pero fui lector y apasionado del boxeo desde los diez. Nunca había visto una recopilación tan interesante sobre literatura dedicada al box. En la colección leeremos a cerca de cien autores, algunos incluso ganadores del Premio Nobel.

A diferencia del fútbol, desde siempre los escritores encontraron un asidero de historias en el box.
En el box el alma humana se manifiesta de modo exuberante. Cuando fui a visitar a Manny Pacquiao, un día antes de que peleara con Joshua Clottey en Dallas, me contó que, en una ocasión, siendo niño, en su casa sólo había una lata de atún para alimentar a siete personas. Años después, esa misma persona estaba por ganar 42 millones de dólares en una hora de trabajo. ¿Cómo no les va a interesar una historia como ésta a los novelistas o contadores de historia? El boxeo es una metáfora de la vida. Al igual que en el día a día, te caes, te levantas, superas obstáculos, tomas venganza, te marcas objetivos, fracasas y triunfas. Por eso es un deporte aceptado en prácticamente todas las comunidades del mundo y por eso se practica desde siempre. El hombre ha peleado toda su existencia, primero para sobrevivir y segundo porque liarse con los demás es parte de la naturaleza humana.

Dice que el boxeo es una metáfora de la vida. ¿Cómo entendemos entonces que América Latina sea semillero de buenos peleadores?
Vivimos en un mundo donde abunda la miseria económica y moral. A veces no comprendo cómo es que no hay más boxeadores; es un salvavidas para los desheredados; una ventana para quien tiene todas las puertas cerradas. No hay arquitectos ni abogados boxeadores, es una disciplina para la gente más humilde del mundo. Es curioso e incomprensible porqué Brasil no da boxeadores. Quizá se deba a que ahí el futbol es una religión. En cambio, Nicaragüa, México, Puerto Rico, Cuba, Venezuela y Latinoamérica en general tienen grandes campeones.

En términos literarios el boxeo da buenos personajes: épicos y que de alguna manera buscan la redención.
Sin duda, por eso es el deporte que más se ha recreado en el cine. Los boxeadores han pasado por el infierno antes de llegar a ser famosos, cosa que probablemente no sea tan acentuada en un futbolista.

¿Qué textos sobre boxeo tienen un impacto de nocaut?
Varios. Budd Schulberg escribió Más dura será la caída, uno de los grandes textos sobre el boxeo. El combate de Norman Mailer es sobresaliente, entre otras cosas por incorporar el tema del racismo. A finales del siglo XIX había muchos boxeadores negros de una calidad extraordinaria, se considera que Sam Langford pudo haber sido uno de los más grandes pesos completos de la historia y no fue campeón mundial porque no lo dejaban pelear con blancos. Era el tiempo de John L. Sullivan, Jack Dempsey y Jack Johnson.

¿Hay crisis en el boxeo?
Sí y no. Hay buenos peleadores, pero la crisis está en la dirección del boxeo. En este momento el boxeo es un barco a la deriva, se ha prostituido con la abundancia de campeones mundiales. Se han inventado una cantidad de títulos que ofende. Cuando Mohamed Ali, Rocky Marciano o Julio César Chávez eran campeones mundiales todo mundo los reconocía. Hoy te reto a que alguien en plena calle te diga quién es el campeón mundial de peso completo.

Por lo mismo hay pocas peleas estelares al año.
Sí, en la antigüedad los boxeadores peleaban mucho. Desde el boom de la televisión en los años setenta, todo esto se transformó y preparar una pelea multimillonaria toma tres o cuatro meses, por eso los grandes como Pacquiao, Mayweather o El Canelo, pelean dos o tres veces año cuando mucho.

¿Cuál es el boxeador que más lo ha impresionado?
El peleador más impresionante que he visto sobre el ring es Roberto “Manos de piedra” Durán, considerando que el arte es subjetivo y una emoción estética. Eso no quiere decir que si alguien opina que es Sugar Ray Robinson, Julio César Chávez o Mohamed Ali, este equivocado.

¿El Canelo está sobrevalorado?
No, me gusta como peleador y no entiendo porque para algunos aficionados lo detestan o dicen que es una creación de la televisión. Probablemente no es un inmortal, pero es un buen boxeador. Le pedían que peleara contra alguien importante y ya lo hizo con Golovkin, y en mi opinión ganó, lástima que dieran empate.

Volverán a enfrentarse en septiembre, ¿cuál es su pronóstico?
En este momento las apuestas están 2 a 1 a favor de Golovkin, no entiendo muy bien por qué. Supongo que es un combate que se puede ir a cualquier lado y además El Canelo probablemente pueda sacarle ventaja a su juventud.

¿Hay falta de credibilidad en el boxeo? ¿Se arreglan los combates?
Los combates no están arreglados, sí hay pérdida de confianza, pero siempre ha sido así. La gente se indigna por malas decisiones, porque el principal problema del boxeo son los malos jueces, pero este tipo de polémicas han acompañado a este deporte a lo largo de su historia.

6 de mayo de 2018

Gennady Golovkin cobra fuerza otra vez

La pelea GGG-Martirosyan fue una desgracia desde que se anunció, porque no suponía riesgos para aquél y porque era una sustitución depauperada del duelo malogrado con el Canelo.

No obstante, el insuceso pudo ser peor. O, dicho de otro modo, yo no esperaba tanto, aunque tanto sea tan poco. Por eso cuando Jack Reiss protegió con el conteo final a ese Vanes Martirosyan martirizado hasta la humillación, dije en la transmisión de televisión: ‘en el boxeo las peleas pueden ser largas o cortas, y eso no tiene que ver con que sean buenas o malas. Ésta fue una pelea corta y buena.’ (Michael Spinks era una maravilla y a Tyson le duró menos que Martirosyan a GGG).

Algunas personas me reconvinieron por esta afirmación. No encontraron nada bueno en la brevedad de la reyerta. Olvidan que a un boxeador no se lo debe criticar por no ser mejor de lo que es, lo único que merece críticas es la indignidad de no entregar en el ring todo lo que se tiene.

Si no esperaban eso, lo que vimos, del armenio, no sé qué esperaban.

El boxeo no es -nunca ha sido- ver pelear siempre al mejor contra el mejor. Leonard defendió contra Bruce Finch, Marvin Hagler contra el Caveman Lee, Joe Louis contra Jack Roper, Lumumba Estaba contra Rafael Lovera, Carlos Zárate contra Messan Kpalongo, y Mike Tyson al salir de la cárcel peleó con Peter McNeely.

Martirosyan es boxeador profesional. Le ofrecieron una pelea y la tomó. Antes había aceptado peleas en las que era el favorito, ahora le tocaba estar del otro lado. Su negocio no es hacer que las peleas sean equilibradas, su negocio es ganar dinero y si se puede gloria deportiva mejor.

Es cierto que camino al ring su rostro era el de un condenado que marcha al patíbulo, pero peleó. Ganó el primer round para varios observadores (para mí no) y en el segundo fracasó porque su proyecto era morirse peleando.

Digo que no se escondió, digo que no se ahorró ni pizca de dolor, digo que puso el pecho a las balas. Nadie si no es un valiente pone el mentón por delante a esos 7/8 golpes finales de GGG que dieron en el blanco con una precisión inaudita.

No pretendo afirmar que esta pelea estuvo bien, pretendo decir que esto es inevitable en el boxeo. Nada para sorprender, siempre ha sucedido. A veces los buenos campeones tienen malos, o débiles, o indignos oponentes.

¿Por qué? Porque los promotores toman ventaja. Porque los organismos que celebran que las peleas sean titulares dicen que sí a aspirantes que deberían vetar, porque las autoridades hacen excepciones reglamentarias (Martirosyan no estaba clasificado, venía de una inactividad extracurricular, y venía de perder).

Lo de ayer, si Golovkin hubiera (el hubiera sí existe) peleado con el Canelo, habría sido histórico, en cambio con lo que vimos ni se habló de las veinte defensas consecutivas de Golovkin que lo igualan a Bernard Hopkins en peso medio.

Rescato que la brevedad de la contienda, y el trabajo sin fallas de Golovkin le agregan contenido a una próxima posible segunda pelea con Álvarez.

Saúl ganó la primera y no se la dieron.

Golovkin exhibió en la definición la precisión de esos juegos en computadora donde una arma infalible acaba con todo. Busque usted una definición de ocho golpes, la que quiera, aunque sea en boxeadores de gran nivel. Verá que fallan cinco.

Gennady Golovkin cobra fuerza otra vez. Cobra fuerza por la genialidad de una definición admirable que nos dice que el legendario combatiente goza de aceptable salud. Esa rúbrica alcanza para salvar su cómoda aventura de ayer.

Con este Golovkin, con un Canelo que se extrañó como nunca, una nueva pelea entre ambos es urgente y necesaria.

1 de marzo de 2018

Lo del Pantera en Tokio, ¿se condena o se celebra?

Desde el ‘affaire’ Douglas-Tyson en 1990 no había sucedido en Tokio algo tan escandaloso en el boxeo.

El Pantera Luis Nery, el campeón mundial gallo, se excedió en el pesaje por latosos dos y medio kilos que causaron estupor en los observadores. No se había visto una pifia de tales dimensiones en circunstancias similares.

Pero Nery peleó, ya sin ser campeón ni aspirante, y ganó. Pulverizó al local Shinsuke Yamanaka con irrefutable facilidad, sin recibir un solo golpe.

En el momento que escribo Luis Nery regresa de Japón. Me pregunto si lo hará con la alegría de haber ganado el combate o con la pena de haber dejado el título. Es probable que lo acometan al mismo tiempo las dos sensaciones.

El triunfo es bueno, si usted quiere una hazaña, pero no repara lo sucedido en las horas anteriores a la pelea. Lo bueno es bueno y lo malo sigue siendo malo. No se pasó 100 gramos, se pasó tanto que el problema no tenía solución. Se esperaba que diera un peso que dio hace 6 meses, no hace 6 años. Además el pesaje un día antes de la pelea permite sacrificios y tiempo de recuperación que por años no había en Pugilandia.

La pregunta es: ¿se puede manejar así una carrera exitosa? ¿Los admirables del boxeo, digamos Julio César Chávez, Wilfredo Gómez, Sandy Saddler, cometieron alguna vez un error así?

Hay que hacer todo mejor, y si no se hace estamos instalados en una realidad preocupante. México es en el boxeo lo que Brasil o Alemania son en el futbol. Un retroceso en el inventario de talento es un lujo no permitido. Se pudo hacer mejor lo que hizo César Juárez en Ghana, lo que hizo Moi Fuentes en Naha, lo que hizo Carlos Cuadras en Los Ángeles y hasta lo que hizo el Gallo Estrada en el Forum, porque yo digo que lo hizo bien pero no dio su límite.

Perder no es el problema. Si se pierde con un adversario superior es normal, pero perder con uno mismo es el epítome del fracaso.

Ya no hay un Cuyo Hernández en el boxeo mexicano. Ni hay un Chilero Carrillo que fue el mejor de los maestros. Ni hay Pancho Rosales ni hay Pepe Hernández.

¿No valen los de ahora? ¿Los Kochules, Alfredo Caballero, Tony Flores, Beristáin, los señores Reynoso? Sí, valen. Valen mucho. Pero el boxeo mexicano no se adapta a los tiempos. El concepto velocidad que incorporó Estados Unidos hace 30 años, aquí no llegó.

Le pregunto a los boxeadores si cuentan los golpes que tiran en el entrenamiento (con el propósito de aumentar su capacidad de fuego) y sin excepción se sorprenden y lo niegan.

La defensa del boxeador mexicano está como siempre, mal. Le pregunto a Nacho Beristáin por qué somos de defensa mediocre o mala y me responde en su francés habitual: “No sé, yo les enseño pero estos cabrones no aprenden”.

Y de la preparación física, que en todas las latitudes descubre un mundo nuevo cada día, mejor no hablemos. Julio César Chávez fue a ver hace poco un entrenamiento de Manny Pacquiao y me dijo: ‘Lamazón, si yo hubiera entrenado así habría sido el doble de lo que fui.”

El boxeador mexicano es una maravilla. Como concepto general está bien. Si un mexicano pelea con un inglés, el favorito es el mexicano; si pelea con un gringo, también; si pelea con un japonés, igual. Pero el mejor amigo del fracaso es la actitud del que es el mejor y deja de luchar, de esforzarse.

Si pierde el Canelo el 5 de mayo, viviremos una hecatombe, a pesar de que el Gallo no haya merecido perder y a pesar de que Nery haya levantado los brazos en señal de victoria después de haber cohabitado con la torpeza de llegar tan pesado.

Si el Canelo gana a GGG, esa columna poderosa que es el jalisciense, ese Hércules moderno que ha llegado a ser, sostendrá todavía la estructura del boxeo mexicano en lo inmediato.

Por lo demás, que se ponga el saco quien sienta que le acomoda. Yo creo en un mundo donde cada cual haga bien lo que le toca.

Y todos podemos mejorar.

Mejorar es un privilegio de la inteligencia.